* Basado en un hecho real, muy cercano a mi.
Era tarde ya cuando me di cuenta del paso de la hora.
Era la primera vez que me quedaba hasta tan tarde en la estación agrícola en
medio de la nada, sólo campos de cultivo de maíz rodeaban la pequeña casa de
adobe donde trabajaba.
Salí en la total oscuridad caminando por la
plantación, solamente la luna iluminaba la noche. Estaba sólo en aquel vasto
paisaje, el frío ya calaba hasta mis huesos y mis oídos se desesperaban
queriendo escuchar el más mínimo ruido. Algo que me hiciera sentir acompañado
mientras paso a paso trataba de salir a la autopista, alguna señal de
civilización que yo sabía que existía más adelante. Me arrepentí de haberle dicho a
Miguel que no se preocupara, que yo podía regresar sólo.
Terminó el campo de trigo y el camino se volvió
tierra, pequeños montes se presentaron ante mi, había perdido el rumbo
confundido por la penumbra.
Seguí mi camino tercamente, ya no podía estar lejos.
El sonido de unas campanitas me devolvió la vida, un
grupo de ovejas que pastaban pasó delante de mi, su pastora venía detrás de
ellas, aún un poco lejos pero ya distinguía su silueta. Ella podría indicarme qué
camino tomar hacia la carretera.
Caminé más aprisa a su encuentro. Mientras lo hacía le
iba preguntando sobre el camino, estaba completamente cubierta por el frío
invernal, la niebla casi no dejaba verla pero llevaba una capa sobre la cabeza
que hacia imposible distinguir su rostro.
Pasó delante de mi apuntando el camino hacia la
carretera con un delgado dedo.
"Buenas noches" - me saludó, con una voz baja,
como un susurro largo que me heló la sangre.
"Buenas noches" - respondí
alejándome rápidamente por el camino indicado.
Avancé dos pasos y volteé a
darle las gracias. No se si me escuchó pero no me respondió, tampoco esperé a
que lo haga, sólo caminé lo más rápido posible hacia la carretera después de
ver como flotaba sin pies.
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