sábado, 29 de octubre de 2016

CEMENTERIO

Entre los pabellones me movía, el viento soplaba cantando como un lobo furioso a la luz de la luna. Los árboles desnudos movían sus ramas marchitas, y el plomo cielo del día me acompañaba en mi visita.

El cementerio lleno de lapidas sucias y descuidadas me abría sus pasadizos sin fin. Los pabellones parecían tan altos que te encerraban entre ellos. Caminaba buscando el nombre del Santo que le daba su nombre a la cuadra en donde ella descansaba.

El polvo se arremolinaba a mis pies llevado por el frió soplo del aire.

Había cambiado mucho el lugar desde la última vez que lo visité. Ingrato yo que me alejaba del ser más noble, inmerecido de llamarme su hijo.

Al fin llegué. “San Cosme” rezaba el muro donde cientos de nichos acogían los cuerpos que se iban pudriendo, aunque por lo antiguo que era esa parte del cementerio, ya todos los difuntos debían ser polvo.

Levanté mi vista a su lápida, donde una mano blanca marmórea tomaba una rosa entre sus dedos, más abajo, su nombre y la fecha en que me dejó, 25 de abril de 1977.

“De amor nadie se muere”, siempre he leído y escuchado. Nada más falso, aunque sólo he conocido a una que murió de amor.

Arrodillado bajo su fría lapida rezaba, lloraba y recordaba. Trataba de recordar sus caricias, su voz, su forma de mirarme como lo único que le dejó ese amor que la mató. Y también el rostro del asesino.

El viento se llevaba mis lágrimas pegando el sucio polvo en mi rostro.

“¿La conoces?” – sonó una voz a mi espalda.

“Era mi madre” – respondí mirando al hombre con un gran abrigo que le llegaba a los tobillos y que se alejó sin darme tiempo a preguntar lo mismo.

Las borlas de su negro abrigo se movían como lúgubres alas, volando mientras se alejaba.

Su rostro pegó como un rayo en mis recuerdos infantiles, así como el dolor de mi madre al perderlo. Su llanto, su desesperanza, la delgadez de su cuerpo al dejar de comer por la pena, sus lágrimas escondidas en cada rincón del hogar que tuvimos. Su último suspiro al romperse su corazón literalmente. Mi infancia sin ella.

Me puse de pie dispuesto a seguirle sacando mi correa la cual enrollé en la mano, serviría para dejarlo inconsciente al rodearle el cuello.  Después de todo, mi madre siempre lo quiso de vuelta y había algunos nichos vacíos dentro de los cuales nadie lo escucharía gritar.


¡Papá! – lo llamé a través de los largos pasillos. 



jueves, 20 de octubre de 2016

CRÓNICAS: ANTROPÓFAGO


*Favor de leer el texto escuchando la melodía adjunta.

Hambre, hambre endemoniada que me carcome el cerebro y el estómago podrido de hoyos supurosos que debo llenar con el manjar más fino, más raro y común a la vez.

Hoy será una bella joven, la tengo ya tres días dándole sólo agua. Es la única forma en que la piel se despegue del músculo sin mucho esfuerzo, además de purgar el sistema y los desechos corporales. El pellejo humano es un órgano grande y difícil de retirar. Lamentablemente no existe un mercado para este tipo de piel así que no vale la pena arrancarla prolijamente.

Igual no soy ningún salvaje, debo preparar los alimentos limpiamente, nadie quiere pescar una infección ya que ahora hay tanta depravación y la materia prima de mis alimentos está cada vez más expuesta a enfermedades y virus.

Voy entrando a la habitación donde se encuentra y aunque suene cliché el sótano es la mejor opción ¿Dónde más podrían no ser escuchados sus gritos y lamentos? Pongo mi vinilo del gran Carl Orff con una de las canciones de mí opera favorita: O Fortuna. Sólo el arte puede acompañar al arte.  Quien me diga que no es un arte preparar al animal humano para su consumo, no sabe de lo que habla.

“O Fortuna
Velut luna
Statu variabilis”

Aún está echada en el camastro de metal oxidado que le ha servido de lecho. Está desmayada, definitivamente los golpes secos y rápidos son los mejores para dejarlos inconscientes. No he querido darle sedantes pues cambian el sabor de la carne.

Un poco de cinta aislante en la boca acallará cualquier grito.

Diestro como soy en el arte del cuchillo, doy un par de cortes atravesando la parte posterior del Tendón de Aquiles, los intentos de gritos del animal acompañan mi canturreo de la melodía que estalla en el recinto mientras atravieso las incisiones con los ganchos de colgar carne.  La pequeña polea levanta los ganchos hasta poner el cuerpo de cabeza.  El animal se sacude furioso sin resultados. Mejor, eso hará que el corazón bombee más y el sangrado sea más rápido.

“Semper crescis
Aut decrescis
Vita detestabilis
Nunc obdurat
Et tunc curat
Ludo mentis aciem
Egestatem
Potestatem
Dissolvit ut glaciem”

Sus manos atadas me facilitan el trabajo. Tomo su cuello entre mis dedos presionándolo fuertemente para inmovilizarla y rápidamente hundo mi cuchillo plano en una esquina de la quijada dando un largo corte de oreja a oreja abriendo la garganta y la laringe, lo cual, convenientemente ya no le dejara emitir sonidos por lo cual mi versión de O Fortuna se escuchará más limpiamente.

“Sors immanis
Et inanis
Rota tu volubilis
Status malus     
Vana salus
Semper dissolubilis
Obumbrata
Et velata
Michi quoque niteris
Nunc per ludum
Dorsum nudum
Fero tui sceleris”

Pongo un recipiente abierto y grande bajo el cuerpo, va llenándose de sangre roja, espesa y pegote después de que el primer chorro me da de lleno en el pecho al separar con el corte las arterias carótidas y vasos sanguíneos.  La sangre entibia mi cuerpo como los brazos de la más amorosa madre. Los coágulos se pegan a los bordes de la vasija goteando al piso y manchando la orilla del depósito. Charcos escarlata rodeándome. La sangre se desecha pues no tiene ninguna utilidad por el riesgo del VIH y otras enfermedades circundantes, por eso lo importante también de escoger un buen espécimen. Una chica entre los 15 y 20 años es ideal, su cuerpo desarrollado tiene más carne que el de los niños. Cada vez se sacude más débilmente cual bailarina clásica. Podría jurar que lo hace al compás de la melodía.

Su vida se va yendo, la sangre que borbotea desde su cuello diseña delicadamente líneas abstractas en su rostro y por momentos llena su boca y su nariz haciéndola emitir arcadas cada vez más endebles. Sonrío al ver el arte que pueden crear mis manos y le canto sin dejar de mirar sus ojos desorbitados de horror. Sé que en el fondo, ella me agradece por compartir sus últimos momentos deleitándola con mi lírica voz.

“Sors salutis
Et virtutis           
Michi nunc contraria
Est affectus
Et defectus
Semper in angaria
Hac in hora
Sine mora
Corde pulsum tangite
Quod per sortem
Sternit fortem
Mecum omnes plangite”

Mi canto retumba en el sótano cerrado mientras veo la sangre disminuir su flujo.  Su cuerpo cuelga ya flácido y estático como hoja abandonada al viento.

Me acerco a cortar el cuello siguiendo la abertura de la laringe desde la mandíbula a la parte posterior del cráneo separando el musculo y el ligamento que lo unen a la medula espinal, me agacho a besar sus labios ensangrentados de los cuales aún chorrean hilos de bermejo líquido y con mis manos retuerzo la cabeza hasta arrancarla al tiempo que canto mi Arias* como el mejor de los tenores. Los nervios y ligamentos quedan colgando sanguinolentos, como pequeños fideos sonrosados temblorosos mientras miro a los ojos de la cabeza del espécimen cantándole como un homenaje a quien será mi alimento.

“Fortune plango vulnera
Stillantibus ocellis
Quod sua michi munera
Subtrahit rebellis”

Ya tengo la cabeza separada y le saco ojos y la lengua, un pequeño desarmador bastará para reventar los globos oculares, los saco de sus órbitas, el humor acuoso baña mis manos con ese líquido espeso y transparente. Paso las manos por mi rostro mojándolo todo, tengo su olor conmigo. Jalo la lengua con fuerza con un alicate hasta arrancarla de cuajo de la boca para finalmente extirpar el cuero cabelludo y desollar la piel del rostro.

Suelo quedarme con un recuerdo de mis potajes, así que pongo la cabeza en una jaula, escondida entre las plantas del jardín para que las hormigas y otros bichos rastreros hagan el trabajo de limpiar la poca carne que le queda.

La melodía envuelve el lugar y mi cuerpo, siento cada nota en mi garganta que canta con la misma pasión con la que mi cuchillo entra a la primera capa de piel sin tocar músculo ni vísceras. La arranco jalándola hacia arriba con una mano mientras voy destazando con el cuchillo con la otra.

“Verum est, quod legitur
Fronte capillata
Sed plerumque sequitur
Occasio calvata”

Dejo las manos y los pies tal como están, hoy no haré sopa. Sólo me quedaré con unos trozos de piel para hacer fritangas de delgadas tiras de piel que se fríen en aceite hasta quedar crocantes, espolvoreadas con sal y pimentón.

¡Llega la parte más apasionada de la melodía justo en mi fase favorita, el evísceramiento del cuerpo!

“Verum est, quod legitur
Fronte capillata
Sed plerumque sequitur
Occasio calvata”

Mi pequeño machete entra en el plexo solar, el punto entre el esternón y el estómago, bajando hasta casi el ano, tengo mucho cuidado de no cortar los intestinos, no quiero que la porquería se riegue dentro del cuerpo.

Ahora la herramienta que prefiero ¡la sierra! Aserro el hueso púbico hasta partirlo, así como el esternón. Al fin tengo el cuerpo abierto totalmente y me puedo dedicar a cantar relajadamente mientras extirpo riñones, vaso, hígado, pulmones, corazón, tripas y todo vaso sanguíneo restante del interior. Finalmente, meto la mano a través del pecho hacia el cuello arrancando entre mis dedos la tráquea y la laringe. Maravillosa sensación de los suaves órganos entre mis manos, suaves, húmedos, resbalosos, manchados aun de roja vida.

Separo miembros, una buena cortada de la axila al hombro separa los brazos y otra sobre la cabeza del fémur separar las piernas.  Aquí es donde está la mayor parte de la carne, entre el hombro y el codo y en los muslos ya que los músculos son más grandes en esas partes, salivo de sólo pensar en ellas y mis ojos, involuntariamente, se voltean hacia arriba como en el más satisfactorio éxtasis.

“In Fortune solio
Sederam elatus
Prosperitatis vario
Flore coronatus”

Así tenemos el cuerpo listo para ser dividido. Personalmente prefiero aserrar a través de la espina dorsal, separando ésta desde las nalgas al cuello, ya que al adherirse muy bien la carne a ella es muy buena hervida en sopa.

Dejaré los miembros para más adelante colgándolos de los ganchos de carne. Se ven apetitosos. La música me acompaña mientras corto hermosos filetes redondos y gruesos, rompo costillas y deshueso separando la deliciosa pulpa de pura carne.

“Quicquid enim florui
Felix et beatus
Nunc a summo corrui
Gloria privatus”

No hay que ser codicioso, no quiero pecar de gula, siempre he respetado a Dios y sus diez mandamientos, felizmente ninguno habla de la alimentación con los semejantes, sólo habla de amarlos igual que a uno mismo. Y no pienso en otra forma de amar más profunda que la de llevarlos dentro de uno.

Llevo al congelador las partes que no usaré en este momento, un muslo será suficiente por hoy.

“Fortune rota volvitur
Descendo minoratus
Alter in altum tollitur         
Nimis exaltatus”

El olor del carbón ardiendo en la parrilla me llena el olfato y el alma que se calma al sentir entre mis manos la preciada presa. Coloco los filetes de muslo en la marinada que previamente preparé y la dejo reposando. Reposando su muerte, reposando mi vida, reposando entre las últimas notas de la pieza de arte sobre mi obra maestra.

“Rex sedet in vertice
Caveat ruinam!
Nam sub axe legimus
Hecubam reginam”



*ARIAS: Son las partes más importantes y más vistosas de la ópera. Realizadas por solistas; la acción se para y el cantante expresa sus sentimientos por medio del lucimiento de su voz.


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- ACUCHILLADOR

- ESTRANGULADOR

- PIEL

jueves, 13 de octubre de 2016

DEBATE

“Tiembla la tierra, las nubes, el corazón y el hígado. Cada uno con su propia razón. La tierra por sus demonios, las nubes por los ángeles que caen de ellas, el corazón, ¡Ah el corazón! Por todo de lo que lo intentamos convencer, como si fuera el cerebro y nuestro pobre hígado por los sufrimientos y la bilis de los que nuestro corazón es el culpable” - Todo esto me lo decía Priscila apenas me levanté, no podía hacerla callar, nunca puedo, debe ser porque es la única mujer que está dentro de mi cabeza.

“Déjala Diego, no le hagas caso, déjala hablar, es una resentida de los hombres de esas que puedes encontrar debajo de cada piedra que levantas” - me decía el paciente Facundo.

Las voces tenían, esta noche, un debate en mi cerebro, el cual no quería escuchar.

“¡Escúchame Diego, escúchame a mí!”- me gritaban al unísono…….tal vez……solo tal vez……¡sí! ¡Era la única forma!....siempre lo era.

Tomé mí hacha y salí, las voces se callaban apenas veían sangre.

miércoles, 12 de octubre de 2016

VAMPIMICROS

Buscando hoy entre viejos archivos, encontré estos tres micros, los cuales había dejado olvidados. Son de los primeros que escribí y para resarcirme con ellos, decidí publicarlos. 

HAMBRE

El cabello caía en su rostro del cual se veía solo la mitad, sentado con la cara entre las rodillas sentía la lluvia caer como pequeñas gotas heladas que penetraban en su piel pálida. Cerraba los ojos para mirar dentro de su cabeza a ver si podía entender todos los sentimientos que se arremolinaban en ella. Odio, nostalgia, tristeza, desesperación, tal vez una pizca de alegría? No alegría no, el no conocía eso, solo conocía el eco en sus pensamientos cuando quería imaginarse esa sensación, cuando trataba de adivinar como se sentían esos seres sonrientes que veía por doquier. La única sensación placentera que podía experimentar su cuerpo y que más se acercaba a esa alegría tan deseada por él, era el salvaje placer de matar, la sutil sensación de calor en su cuerpo aunque sea momentánea, el estremecer de sus venas vacías cuando eran llenadas por la sangre tibia, espesa, que se abría paso por sus cavidades secas, el estremecimiento de su cuerpo al sentir entre sus brazos como iba cayendo al suelo el ser ya sin vida que había respirado, llorado y suplicado minutos antes. --Sangre!---su lengua lamió sus labios en un espasmo involuntario, sintió el sabor al hierro y a muerte del rojo fluido. Abrió los ojos encendidos en deseos de muerte, se puso de pie apoyándose en el muro que lo sostenía, sacudió sus ropas, levanto el cuello de su raído traje, echose a andar en busca de la placentera sensación……………


CAZADOR NOCTURNO

Cazador nocturno caminando entre las sombras, acechando, escuchando, atento a su paso suave. 
El velo vuela por el viento, escapando de su cabello de ébano. Quizás me ayuda algún demonio, pues de un Dios no soy merecedor. Se acerca tras la seda que escapa acercándose a mi repugnante cuerpo. Ya la veo, está ahí, frente a mí. Me acurruco tras la piedra que sirvió de suave lecho para furtivos besos, para noches perpetuas, para extasiados cuerpos. Rencor no correspondido.
Un poco más, dos pasos, uno. Siento el latir de sus venas, el corazón que bombea mi vital ilusión. Sólo mirarla sacia mi sed. Desde mi oscuro lugar aspiro, olfateo, su olor llega a mí.
El jazmín de la noche me envuelve torturándome. Recordándome mi condena incomprensible.
La dejo pasar viendo el borde de su vestido blanco flotar tras sus pasos, mi dama, mi niña, mi criatura nocturna que quedó en orfandad obligada.
Sentado nuevamente, abrazo mis rodillas, aúllo lastimero el castigo que no entiendo. Animal soberbio me gritan sin saber, el soberbio no aúlla su desgracia, el soberbio no siente.
No tengo linda prosa para expresar sentimientos, sólo un papel en blanco que calla lo que siento.


QUIMERAS

Cementerio Presbítero Maestro - Lima, Perú
Diabólicas quimeras que adivinan nuestros sueños ¿me maldecirás una vez más con su ausencia? - se preguntaba la sanguinaria criatura arrastrando la mitad del cuerpo de su víctima sobre su hombro mientras los intestinos se arrastraban por el piso.
Se quedó sentado en la esquina de un pabellón de nichos del cementerio, chupaba los huesos que aún contenían algo de vital líquido.
La aurora con su odiosa luz rosada comenzó a abrazar el cielo. La oscuridad, su lóbrego hogar, se retiraba al tiempo que él se escondía en alguna tumba vacía.
Su olor llegó a sus secas fosas nasales. El olor de quien lo abandonó regresaba a él. Jazmín y canela apestaban el camino al escondite del resentido ser.
A través de la entrada del pequeño nicho donde se escondía, vio el tul de su vaporoso vestido pasar. La luz le impedía salir a buscarla. Estiró su brazo, el cual el sol quemó, tocando la tela con la punta de los dedos. Se recogió nuevamente en su tumba, una voz llegó suave a sus oídos. Levantó los ojos muertos y la vio, sus ojos de luna seguían brillando.

domingo, 9 de octubre de 2016

33

*Relato presentado al concurso "Mil maneras de Morir", organizado por el Círculo de Escritores.

Soy un buen hombre, de esos de los que ya no hay. Honro a mis padres y soy responsable. Me dedico entrañablemente a mi oficio y no hago daño a nadie.

Últimamente estuve dando retórica a muchos compañeros de trabajo y gente en general sobre el buen comportamiento y la Fe en el ser supremo.

Me apasiona la palabra de Dios y vivo de acuerdo a ella. La propalo cuando puedo y la gente me escucha por horas. Tengo un encanto especial con las palabras. Parece que soy un buen orador.

Mi madre es una mujer muy buena, siempre trató de darme lo mejor que pudo, no me dejó pasar hambre y me dio mucho cariño.

Mi padre me heredó un oficio, hacemos trabajos en madera utilitarios y pequeñas obras de arte. Parece que tengo el arte en las manos, aparte de en la lengua, porque nuestros trabajos son muy cotizadas en el pueblo.

Pero, aunque mi vida sea tranquila, me angustio por el resto de la gente que vive perdiendo sus días entre el pecado y la perdición más caótica. No se dan cuenta que desperdician gran parte de su vida y que el tiempo no regresará.

La codicia, envidia, lujuria y el resto de pecados capitales están a la orden del día.

A veces no puedo dormir pensando en toda la humanidad que mancilla su alma y su cuerpo, templo de Dios, con todas estas fallas.

Una voz interior me pide ayudarlos, no quedarme callado y tratar de salvar a esa gente de la perdición indudable.

Salgo a las calles a tratar de hacerlos entender. Hablo en plazas, parques y cualquier lugar donde me escuchen, también voy a los mismos lugares mundanos donde la gente se pierde.

En una ocasión, agredí a unos comerciantes que mercantilizaban productos obscenos e imágenes idólatras.

Tal vez exagero en mi ímpetu de amparo a mis semejantes pero algo en mi interior, me obliga a hacerlo. No como un deber, sino como una responsabilidad.

A pesar de todo, tengo un grupo de personas que me admiran y escuchan. Para ellos soy una especie de gurú de la palabra sagrada.

Ahora corro peligro en manos de la gente que fomenta estas conductas despreciables. Quieren silenciarme.

Hace poco me aprehendieron bajo falsos cargos y ahora estoy en una carceleta esperando mi juicio fantasma, pues solo hay acusado, más no delito. Hasta en esto, la corrupción reina.

El juicio pasó muy rápido, me condenaron injustamente.  Pero si debo pagar para que la sociedad escuche lo que tengo que decir, me parece que vale la pena.

En una especie de desfile me trasladan al lugar donde cumpliré mi condena, lo hacen para que la gente tenga un escarmiento de lo que es meterse con los poderosos, para que puedan ver mi humillación y sufrimiento.

El camino es sinuoso y doloroso. Llego al lugar de mi expiación con el cuerpo maltrecho.

No entiendo porque tanto ensañamiento conmigo, pero es sólo parte de las razones por las cuales lucho contra la sociedad actual y sus faltas.

En el colmo de la barbarie, me suben a una especie de altar de madera, el mismo material que mi padre y yo amorosamente trabajamos a diario. Un dolor punzante que casi me hace desmayar paraliza mis miembros al mismo tiempo.

Levantan el altar en forma de T y con un golpe lo clavan en la tierra. Resignado, me doy cuenta de que ésta será mi forma de morir a los 33 años y en medio del dolor insoportable oigo a mi lengua proclamar: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.





viernes, 7 de octubre de 2016

INFIERNO


Y ya al fin en el inframundo
Entre tanta muerte y cadáver pútrido
Saludo osada al de siete cuernos
Se oyen trompetas, ecos del infierno.

Seres sin pellejo se pasean lelos
Sobre mil cabezas que aplastan sin ganas
Mientras estas lloran y se desparraman
Yo paso mirando cuencas reventadas.

Las llamas me abrazan en rojas paredes
Chamuscan mi cuerpo dejándolo magro
Los demonios bailan en el cuarto círculo
Sus pezuñas pisan cuerpos condenados.

Me mira un demonio de siete cabezas
Sus lenguas partidas me tocan la piel
Me corta y rasguña con sus garras largas
Me mesa el cabello jalando cruel.

Los poetas mediocres tenemos un círculo
En el cual las letras se marcan con fuego
El hierro candente me cincela lento
Con mis propias letras desuellan mi cuerpo.

Arrancan mi piel a parte iguales
Me desangran viva a desfallecer
Me abren el cráneo de donde salieron
Las letras malditas a las cuales debo
El suplicio eterno y el ennegrecer.


*Si desea saber como llegué hasta el infierno; desde mi ataúd

jueves, 6 de octubre de 2016

DESDE MI ATAUD

Desde mi Ataúd se escucha la vida,
Último camino por la negra senda.
Mis brazos cruzados pesan en mi pecho,
Mi boca cosida con hilos maltrechos.

Me mezo en los hombros donde voy cargada,
Todos lamentan mi alma atormentada.
No saben que oigo todo lo que dicen,
Dentro de mi caja con mortaja atada.

Los rezos, rosarios, novenas y cruces,
Me abren el camino celestial al cielo.
Sin saber si soy digna del eterno,
Mi alma condenada baja hasta el infierno.

Mi tumba me aprieta, ajusta mis huesos,
Sin dejar pasar la mínima luz,
Mi piel antes blanca, plomiza se torna,
Se pudre mi carne, causo repulsión.

Se retuercen, doblan en mi cuerpo insano,
Por dentro se arrastran los sucios gusanos.
Por mi boca, ojos, nariz y mis manos,
Salen a por miles los bichos malsanos.

El incienso y velas me ahogan con humo,
Me envuelve su olor a flores y cera.
Mi ataúd cerrado resguarda mi cuerpo,
Por siempre será celda carcelera.

Los llantos y gritos se hacen más fuertes,
El cura me brinda ya la extremaunción.
Antes de meterme al profundo nicho,
Por mi mente pasa la última oración.



*Si desea saber como fue el arribo al Infierno, click aquí

martes, 4 de octubre de 2016

ABRAZO MORTUORIO

*Relato ganador del Evento de Exhibición Poética de octubre 2016 realizado por la Comunidad La Biblioteca de los Sentimientos Muertos.
Para ver la publicación original del evento, click aquí.



La muerte cercana me abraza a lo lejos,
La siento venir sin vida ni aliento,
A mis pies está, enfriando mi cuerpo
Me mira y se ríe de mi desaliento.

Huesuda la parca se sienta a esperarme,
A que se carcoma mi alma agonizante,
Trepo a sus clavículas para que me lleve,
Agarro sus humeros podridos e inertes.

Su desnudo cráneo se exhibe en mi frente,
Sus cuencas vacías perforan las mías,
Mientras que mis labios besan su osamenta,
Desfallezco en brazos de la muerte impía.

lunes, 3 de octubre de 2016

LA CELDA ALIÑADA: CARPACCIO VATICANO


INGREDIENTES

Carne de cura (filete, preferentemente pedófilo y perdonado por la justicia del hombre)
Limones
Alcaparras
1 cebolla
Hierbabuena
Sal y pimienta
Aceite de oliva

PREPARACIÓN

Luego de esperar a que pase el efecto del somnífero en el cura e ir despertándolo, introducirlo en una bolsa grande de plástico con la cabeza hacia afuera para que pueda respirar y la carne se conserve tierna. Con un martillo de moler carne comenzar a golpear el cuerpo en las partes más blandas, romper articulaciones y, en lo posible, huesos. La bolsa retendrá la sangre que se usará luego para hacer la salsa de acompañamiento.

Disfrute usted de la cocina oyendo los alaridos del potaje, los cuales denotan la buena táctica de golpeo que estamos utilizando. Mientras la presa se recupera y acompañados de sus llantos, afile el cuchillo de hoja más fina que tenga, hasta que quede brillante.

Sacándolo de la bolsa, coloque al cura en la mesa de trabajo, no haga caso a sus gritos y llantos, este paso necesita concentración. Ajuste bien las correas de muñecas y tobillos para impedir la movilidad y los cortes sean perfectos.

Comience a filetear el cuerpo del cura, rebanando láminas delgadas y pequeñas. Empiece por las partes más ablandadas, amoratadas y sanguinolentas. Recuerde cortar en partes no mortales para conservar la vida el mayor tiempo posible. Vaya despellejando con cortes pequeños y precisos en pecho, estomago, piernas, brazos y el resto del cuerpo dejándolo en carne viva sin dejar que la presa pierda el conocimiento. En caso esto pase, rociar con jugo de limón, con esto, despertará rápidamente y, al mismo tiempo, ablandará la carne de la víctima.

Cortar la cebolla en dos y sobar con estas el cuerpo para conservar para próximos cortes. Colocar los pedazos de carne sobre un plato y agregar la hierbabuena y las alcaparras para decorar.

Aparte en una sartén con el aceite bien caliente, echar la sangre que quedó en la bolsa y la que se pueda recuperar de la mesa de trabajo, agregar el aceite de oliva y dejar reducir hasta que espese. Con una cuchara ir agregando esta salsa sobre la carne y disfrute de este platillo viendo y escuchando a la presa, agonizante, morir lentamente.

¡Buen provecho!