“Tiembla la tierra, las nubes, el
corazón y el hígado. Cada uno con su propia razón. La tierra por sus demonios,
las nubes por los ángeles que caen de ellas, el corazón, ¡Ah el corazón! Por
todo de lo que lo intentamos convencer, como si fuera el cerebro y nuestro
pobre hígado por los sufrimientos y la bilis de los que nuestro corazón es el
culpable” - Todo esto me lo decía Priscila apenas me levanté, no podía hacerla
callar, nunca puedo, debe ser porque es la única mujer que está dentro de mi
cabeza.
“Déjala Diego, no le hagas caso,
déjala hablar, es una resentida de los hombres de esas que puedes encontrar
debajo de cada piedra que levantas” - me decía el paciente Facundo.
Las voces tenían, esta noche, un
debate en mi cerebro, el cual no quería escuchar.
“¡Escúchame Diego, escúchame
a mí!”- me gritaban al unísono…….tal vez……solo tal vez……¡sí! ¡Era la única
forma!....siempre lo era.
Tomé mí hacha y salí, las voces
se callaban apenas veían sangre.
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