viernes, 26 de junio de 2015

NUNCA DESPERTO

Entre mis chicas favoritas está Katty Towell y sus historias infantiles, espero que les guste como a mi .......

PD: No olvidar el volumen, es esencial. 


jueves, 25 de junio de 2015

DULCE SUEÑO




Duérmete bebito mío,
Duérmete en tu dulce nido,
Tus ojitos pequeñitos
Los ángeles cerraran
Y tú cabello ondulado
Mis manos acariciaran.
Pareces un querubín
Así dormidito lindo
Y para que te acompañen,
Pondré tu osito y sonaja
En tu pequeña mortaja.

BISABUELA



El cabello blanco de mi bisabuela se movía al viento mientras la observaba ahí echada inmóvil, rígida, sin vida.
Su piel pegada a sus huesos, producto del rigor mortis, le daban a su cara ese aspecto cadavérico clásico de los fallecidos en las películas de terror. No era un cadáver bonito, de esos que "parecen tan solo estar durmiendo" y dan la impresión de que fueran a levantarse en cualquier momento.
A pesar de haber muerto hace unas horas, aún estaba en su cama, todavía no habían ido a prepararla para el ataúd. Las ventanas abiertas dejaban pasar el tibio aire de enero y la habitación iluminada daba a todo el espacio un ambiente de paz.
Desde la puerta, yo veía todo el movimiento, no quería acercarme a ella. Recordaba sus manos delgadas y huesudas siempre frías tocándome la cabeza, era cariñosa pero yo no lo sentía así porque estaba más preocupado en su sonrisa desdentada que se me acercaba para besarme y dejarme su espesa saliva en el rostro, mientras mi mamá me agarraba para que yo no corriera.

No era cruel, era solo un niño. Hasta ahora siento su aliento cuando me hablaba tomándome las manos, no era totalmente desagradable pero tenía un olor a humedad, a guardado, a vejez. El dedo meñique de su mano derecha estaba doblado hacia adentro porque su perro la mordió cuando lo agarró para ahorcarlo, el animal había botado el balde de leche que ella había conseguido para ir a vender. Nunca se lo había perdonado, pero más grande fue el temor a la golpiza que el amor por el can. Lo colgó de un árbol.
Pasaron los minutos y llegaron los de la funeraria, el velorio sería en casa, todo olía a café. Felizmente no volví a ver a mi bisabuela hasta que ya estuvo en su último tálamo. Todos se acercaban llorando y diciendo cosas buenas de ella, hay que fallecer para conseguir eso.
Yo me entretenía caminando entre la gente empujando a la muchedumbre que seguía llegando. Estaba por salir de la casa cuando mi mamá me jalo del brazo y me cargo llevándome hacia adentro, en el camino varias tías gordas y flacas me palmeaban las mejillas diciendo lo grande que estaba y como me parecía a la muerta.
Poco a poco me di cuenta a donde se dirigía mi madre, al centro de la sala, ahí por donde tantas veces había corrido para esconderme de los besos húmedos y sin dientes de mi bisabuela.

"Ahhh que amoroso, le dará el último beso a la abuelita" - oí horrorizado tratando de bajar de los brazos de mi madre que me apretaban cual tenazas de metal.

No quería mirar, pero volteé hacia el ataúd abierto, mientras escuchaba los murmullos, como zumbidos de abejas, comentando lo dulce de mi acción.
Mi madre me acomodó en sus brazos inclinándose hacia el ataúd, hacia el rostro plomizo y huesudo de mi bisabuela, volteé el rostro para no acercarme más, pero una de mis tías, ayudando a mi madre, me tomo del mentón dirigiéndolo hacia el frente, mis labios tocaron la boca fría y seca, esta vez, de la autora de mis pesadillas nocturnas.
Como en cámara lenta la sensación de aquel beso duró segundos, horas, días, años. Olí su boca muerta, vi, casi tocándolos sus ojos hundidos y sin vida, mi piel lozana y tersa rozó la suya ajada y seca. El olor de las velas y el formol llenó mis sentidos asfixiándome.
De nuevo en el piso, caminé hacia mi cuarto y cerré la puerta tras de mi. Echado en mi cama miraba la oscuridad de la noche, me cubrí con la sábana blanca bordada para calmar el escalofrío que acababa de sentir. Estaba ya con los ojos entrecerrados, cuando escuche el chirrido de mi puerta al abrirse, no miré, seguro era mi madre con alguna galletita, estiraba mi brazo para tomar una de ellas cuando esas frías y huesudas manos tocaron mis pies y levantaron la sábana hasta mi cuello arropándome. Un beso húmedo mojó mi frente. La mamita Fernandina seguiría siendo la protagonista de mis pesadillas.

DUERME MI NIÑO



Mi niño hermoso, duerme mi bien,
debo cubrirte, taparte bien
Estás muy quieto mi dulce amor
¿No sientes nada mi adoración?
No abres lo ojos y no te mueves
Ven a besarme, por compasión.
                                            
Entra tu padre a la habitación
Llora gritando, se abraza a ti
Te aprieta fuerte, contra su pecho
Su rostro, en llanto, está deshecho.
Abres los ojos, al fin mi niño
Lloras jadeando pegado a él.

Quiero acercarme a consolarlos
Mi hijo me mira, horrorizado
Aun la cuerda, me cuelga al cuello
Aun mi lengua, cuelga babeando
Aun de la viga, estoy colgando.