*Favor de leer el texto escuchando la melodía adjunta.
Hambre, hambre endemoniada que me
carcome el cerebro y el estómago podrido de hoyos supurosos que debo llenar con
el manjar más fino, más raro y común a la vez.
Hoy será una bella joven, la
tengo ya tres días dándole sólo agua. Es la única forma en que la piel se
despegue del músculo sin mucho esfuerzo, además de purgar el sistema y los
desechos corporales. El pellejo humano es un órgano grande y difícil de
retirar. Lamentablemente no existe un mercado para este tipo de piel así que no
vale la pena arrancarla prolijamente.
Igual no soy ningún salvaje, debo
preparar los alimentos limpiamente, nadie quiere pescar una infección ya que
ahora hay tanta depravación y la materia prima de mis alimentos está cada vez
más expuesta a enfermedades y virus.
Voy entrando a la habitación
donde se encuentra y aunque suene cliché el sótano es la mejor opción ¿Dónde
más podrían no ser escuchados sus gritos y lamentos? Pongo mi vinilo del gran
Carl Orff con una de las canciones de mí opera favorita: O Fortuna. Sólo el
arte puede acompañar al arte. Quien me
diga que no es un arte preparar al animal humano para su consumo, no sabe de lo
que habla.
“O Fortuna
Velut luna
Statu variabilis”
Aún está echada en el camastro de metal oxidado que le ha servido de
lecho. Está desmayada, definitivamente los golpes secos y rápidos son los
mejores para dejarlos inconscientes. No he querido darle sedantes pues cambian
el sabor de la carne.
Un poco de cinta aislante en la
boca acallará cualquier grito.
Diestro como soy en el arte del
cuchillo, doy un par de cortes atravesando la parte posterior del Tendón de
Aquiles, los intentos de gritos del animal acompañan mi canturreo de la melodía
que estalla en el recinto mientras atravieso las incisiones con los ganchos de
colgar carne. La pequeña polea levanta
los ganchos hasta poner el cuerpo de cabeza.
El animal se sacude furioso sin resultados. Mejor, eso hará que el
corazón bombee más y el sangrado sea más rápido.
“Semper crescis
Aut decrescis
Vita detestabilis
Nunc obdurat
Et tunc curat
Ludo mentis aciem
Egestatem
Potestatem
Dissolvit ut glaciem”
Sus manos atadas me facilitan el trabajo. Tomo su cuello entre mis
dedos presionándolo fuertemente para inmovilizarla y rápidamente hundo mi
cuchillo plano en una esquina de la quijada dando un largo corte de oreja a
oreja abriendo la garganta y la laringe, lo cual, convenientemente ya no le
dejara emitir sonidos por lo cual mi versión de O Fortuna se escuchará más
limpiamente.
“Sors immanis
Et inanis
Rota tu volubilis
Status malus
Vana salus
Semper dissolubilis
Obumbrata
Et velata
Michi quoque niteris
Nunc per ludum
Dorsum nudum
Fero tui sceleris”
Pongo un recipiente abierto y grande
bajo el cuerpo, va llenándose de sangre roja, espesa y pegote después de que el
primer chorro me da de lleno en el pecho al separar con el corte las arterias
carótidas y vasos sanguíneos. La sangre
entibia mi cuerpo como los brazos de la más amorosa madre. Los coágulos se
pegan a los bordes de la vasija goteando al piso y manchando la orilla del
depósito. Charcos escarlata rodeándome. La sangre se desecha pues no tiene
ninguna utilidad por el riesgo del VIH y otras enfermedades circundantes, por
eso lo importante también de escoger un buen espécimen. Una chica entre los 15
y 20 años es ideal, su cuerpo desarrollado tiene más carne que el de los niños.
Cada vez se sacude más débilmente cual bailarina clásica. Podría jurar que lo
hace al compás de la melodía.
Su vida se va yendo, la sangre
que borbotea desde su cuello diseña delicadamente líneas abstractas en su
rostro y por momentos llena su boca y su nariz haciéndola emitir arcadas cada
vez más endebles. Sonrío al ver el arte que pueden crear mis manos y le canto
sin dejar de mirar sus ojos desorbitados de horror. Sé que en el fondo, ella me
agradece por compartir sus últimos momentos deleitándola con mi lírica voz.
“Sors salutis
Et virtutis
Michi nunc contraria
Est affectus
Et defectus
Semper in angaria
Hac in hora
Sine mora
Corde pulsum tangite
Quod per sortem
Sternit fortem
Mecum omnes plangite”
Mi canto retumba en el sótano cerrado mientras veo la sangre disminuir
su flujo. Su cuerpo cuelga ya flácido y
estático como hoja abandonada al viento.
Me acerco a cortar el cuello siguiendo la
abertura de la laringe desde la mandíbula a la parte posterior del cráneo
separando el musculo y el ligamento que lo unen a la medula espinal, me agacho
a besar sus labios ensangrentados de los cuales aún chorrean hilos de bermejo
líquido y con mis manos retuerzo la cabeza hasta arrancarla al tiempo que canto
mi Arias* como el mejor de los tenores. Los nervios y ligamentos quedan
colgando sanguinolentos, como pequeños fideos sonrosados temblorosos mientras
miro a los ojos de la cabeza del espécimen cantándole como un homenaje a quien
será mi alimento.
“Fortune plango vulnera
Stillantibus ocellis
Quod sua michi munera
Subtrahit rebellis”
Ya tengo la cabeza separada y le
saco ojos y la lengua, un pequeño desarmador bastará para reventar los globos
oculares, los saco de sus órbitas, el humor acuoso baña mis manos con ese
líquido espeso y transparente. Paso las manos por mi rostro mojándolo todo,
tengo su olor conmigo. Jalo la lengua con fuerza con un alicate hasta
arrancarla de cuajo de la boca para finalmente extirpar el cuero cabelludo y
desollar la piel del rostro.
Suelo quedarme con un recuerdo de
mis potajes, así que pongo la cabeza en una jaula, escondida entre las plantas
del jardín para que las hormigas y otros bichos rastreros hagan el trabajo de
limpiar la poca carne que le queda.
La melodía envuelve el lugar y mi
cuerpo, siento cada nota en mi garganta que canta con la misma pasión con la
que mi cuchillo entra a la primera capa de piel sin tocar músculo ni vísceras.
La arranco jalándola hacia arriba con una mano mientras voy destazando con el
cuchillo con la otra.
“Verum est, quod
legitur
Fronte capillata
Sed plerumque sequitur
Occasio calvata”
Dejo las manos y los pies tal
como están, hoy no haré sopa. Sólo me quedaré con unos trozos de piel para
hacer fritangas de delgadas tiras de piel que se fríen en aceite hasta quedar
crocantes, espolvoreadas con sal y pimentón.
¡Llega la parte más apasionada de
la melodía justo en mi fase favorita, el evísceramiento del cuerpo!
“Verum est, quod
legitur
Fronte capillata
Sed plerumque sequitur
Occasio calvata”
Mi pequeño machete entra en el
plexo solar, el punto entre el esternón y el estómago, bajando hasta casi el
ano, tengo mucho cuidado de no cortar los intestinos, no quiero que la
porquería se riegue dentro del cuerpo.
Ahora la herramienta que prefiero
¡la sierra! Aserro el hueso púbico hasta partirlo, así como el esternón. Al fin
tengo el cuerpo abierto totalmente y me puedo dedicar a cantar relajadamente
mientras extirpo riñones, vaso, hígado, pulmones, corazón, tripas y todo vaso
sanguíneo restante del interior. Finalmente, meto la mano a través del pecho
hacia el cuello arrancando entre mis dedos la tráquea y la laringe. Maravillosa
sensación de los suaves órganos entre mis manos, suaves, húmedos, resbalosos,
manchados aun de roja vida.
Separo miembros, una buena
cortada de la axila al hombro separa los brazos y otra sobre la cabeza del
fémur separar las piernas. Aquí es donde
está la mayor parte de la carne, entre el hombro y el codo y en los muslos ya
que los músculos son más grandes en esas partes, salivo de sólo pensar en ellas
y mis ojos, involuntariamente, se voltean hacia arriba como en el más
satisfactorio éxtasis.
“In Fortune solio
Sederam elatus
Prosperitatis vario
Flore coronatus”
Así tenemos el cuerpo listo para
ser dividido. Personalmente prefiero aserrar a través de la espina dorsal,
separando ésta desde las nalgas al cuello, ya que al adherirse muy bien la
carne a ella es muy buena hervida en sopa.
Dejaré los miembros para más
adelante colgándolos de los ganchos de carne. Se ven apetitosos. La música me
acompaña mientras corto hermosos filetes redondos y gruesos, rompo costillas y
deshueso separando la deliciosa pulpa de pura carne.
“Quicquid enim florui
Felix et beatus
Nunc a summo corrui
Gloria privatus”
No hay que ser codicioso, no
quiero pecar de gula, siempre he respetado a Dios y sus diez mandamientos,
felizmente ninguno habla de la alimentación con los semejantes, sólo habla de
amarlos igual que a uno mismo. Y no pienso en otra forma de amar más profunda
que la de llevarlos dentro de uno.
Llevo al congelador las partes
que no usaré en este momento, un muslo será suficiente por hoy.
“Fortune rota volvitur
Descendo minoratus
Alter in altum tollitur
Nimis exaltatus”
El olor del carbón ardiendo en la parrilla me llena el olfato y el alma que se calma al sentir entre mis
manos la preciada presa. Coloco los filetes de muslo en la marinada que
previamente preparé y la dejo reposando. Reposando su muerte, reposando mi vida, reposando entre las últimas notas de la pieza de arte sobre mi obra maestra.
“Rex sedet in vertice
Caveat ruinam!
Nam sub axe legimus
Hecubam reginam”
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