"Pimpon
es un muñeco
Muy
guapo y de cartón
Se
lava la carita
Con
sangre a borbotón
Te
despelleja el cráneo
Arrancando
tu piel
Y
aunque le des tirones
Se
reirá cruel.
Pimpon
toma su sopa
Hecha
de ojos y sal
Y
el resto de los cuerpos
Destripa
en el camal"
Rezaba la canción que en la voz angelical de aquel
niño escuchaba mientras me escondía en mi cuarto, sentado en el piso tras mi
mesa de noche.
“Se
lava la carita………”
Lo adoptamos hace dos años, un maravilloso niño
pelirrojo de hermosas pecas y rostro risueño. Su historia estaba llena de
tragedia. Era el único sobreviviente de una masacre familiar. Sus pasitos se sentían cada vez más cerca.
Toda su familia, madre, padre y hermanos menores habían sido asesinados por un
demente que les había incrustado lápices en los ojos mientras dormían, con tanta
precisión, que había perforado sus cerebros. Su sombra se acercaba a la habitación.
“Con
sangre a borbotón……..”
Tres meses después de su adopción comenzaron nuestros
insomnios forzados. Aquel niño entraba durante las noches al dormitorio y nos
miraba dormir parado al lado de la cama. Abríamos los ojos y estaba ahí, con su
mirada fija sin decir palabra; mi esposa se levantaba y tomándolo de los hombros
lo conducía a su cuarto adormilada y cada vez más hastiada del pequeño. Después
de eso, era un niño normal.
“Te
despelleja el cráneo……..”
Por supuesto, como en cualquier historia como ésta, tiempo
después, descubrimos que el asesino era el niño por unos dibujos que hizo con
detalles del crimen y por las pacientes y amorosas charlas con su nuevo padre,
yo. Era un niño aún, oía las historias de su tormentosa vida diariamente y lo hacía
sentirse amado y escuchado. Poco a poco, comencé a ayudarlo. Él iba mejorando y
escuchando mis consejos. Un crujido del
piso de madera me alertó de su cercanía. Hacíamos cosas padre-hijo. Le
enseñaba mis juegos infantiles y él me demostraba los suyos. Así nos
compenetramos profundamente.
“Arrancando
tu piel……..”
Estaba recordando estos hechos cuando un lápiz de
color rojo pasó muy cerca a mis ojos. Lo logré esquivar. La canción infantil seguía sonando en sus labios y su mirada vacía
estaba sobre mí. Lo agarré de los brazos y lo saqué de la habitación.
“Y
el resto de los cuerpos……..”
- ¿Qué te pasa? ¡Eres un monstruo asesino! ¡Deberías
ser más silencioso la próxima vez y estos lápices casi no tienen punta! Vamos
por avena y seguimos practicando. Aun no encuentras a mamá.
“Destripa
en el camal……”
Desordené el rojo cabello de mi hijo mientras íbamos a
la cocina.
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