Me miro al espejo con los ojos
hechos bolsas, la lámpara sobre el
espejo del baño refleja una luz amarillenta que me acentúa las insipientes arrugas
y negrea más mis ojeras. La barba crecida de tres días me da un aire vagabundo.
Más bien un ventarrón.
Siento la boca pegajosa por la
saliva matutina, el olor rancio y el sabor agrio me asquean haciendo que busque
rápidamente mi cepillo eléctrico mientras pienso en su suave vibrar dentro de
mi boca y el sabor a menta fresca de la pasta dental.
La vibración y el saborcito
ligeramente picante alivia mi asco a su toque, cierro los ojos para que mis
sentidos se inunden de las sensaciones de ese momento. La espuma se forma dentro de mi boca y cae
por las comisuras de mis labios al lavabo que ya necesita una limpieza.
El cepillo comienza a vibrar más
fuerte en mis manos, no puedo soltarlo, la electricidad hace que se pegue a mis
dedos y que su temblor se haga salvaje.
Sin poder controlarlo, ni a mi
brazo, lo jalo con el que aun tengo libre pero no logra liberarlo, el cepillo
entra cada vez más en mi boca y toca mi garganta, las arcadas me hacen vomitar
sobre mí mismo y la punta comienza a abrirme el paladar partiendo la carne que
sangra a borbotones.
El hueso hace que el cepillo vaya
hacia atrás y comience a subir por la parte blanda hacia la nariz. Mi cabeza se echa hacia atrás en
un movimiento violento que la deja con
el rostro hacia arriba y mis gritos de
dolor retumban en ella sin poder ya pensar mientas siento como ese instrumento
perfora mi tabique en camino a mi cerebro. El cartílago de mi nariz destrozado y el
cepillo que se abre paso por mi rostro, hace bultos bajo la piel que me va
deformando como un monstruo. Puedo verlo todo en el espejo, como mi cara se va
convirtiendo en una máscara sanguinolenta y deforme.
Siento la presión de la punta del
cepillo en uno de mis ojos. Vibra y penetra en él reventándolo, lo veo vaciarse,
el liquido ocular mezclado con sangre corre por las deformidades de mi cara.
Mi voz es un bufido, una grotesca
queja animal que se ahoga en mi garganta.
Sádicamente, sigo mirando mi
inminente muerte a través del espejo salpicado de sangre y vomito. Mi ropa esta
pegajosa del líquido rojo que se espesa por la saliva y la mucosidad que sale
de mi nariz desgarrada y la garganta abierta. La sangre del ojo estallado ciega
el otro por momentos, el dolor dobla mis piernas, mis brazos hacen su último
esfuerzo de arrancar el cepillo antes que mi cerebro perforado haga que mi
cuerpo tiemble en los últimos estertores de la vida.
- "¡Diego! ¡Ya sal del baño!" – chilla mi madre
justo en el momento cumbre de mi ensoñación que me servirá para el informe que
debo presentar en la clase de Higiene Dental.
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