El Dr.
Palacios me mira desde la ventana. Lleva, como siempre, su bata blanca y su
lapicero en el bolsillito del pecho para escribir sus recetas.
Lo miro
desde mi lado de la casa mientras termino de cocinar. Lo conozco desde niña
aunque mi familia no sabe mucho de él. Siempre lo he visto en ese mismo lugar,
costumbres de viejo.
El no habla,
solo observa lo que hacemos y no nos deja acercarnos. Lo hemos intentado pero
se va rápidamente dejándonos sólo ver como vuela su bata al aire mientras se
aleja. Tal vez un día sepamos más sobre él, aparte de que murió en esa
habitación.
Voy al
comedor de donde mi gato acaba de salir corriendo. Es de noche y la luz de la
lámpara tiene el cuarto en penumbra. El vidrio de la vitrina los refleja. Pasan
en fila, uno tras otro, los invitados están de luto eterno paseando su cuerpo
etéreo de un lado a otro del lugar. Sólo a veces salen de ahí para cruzarse con
uno por la casa. Es mejor ignorarlos para que no te miren con esas cuencas
vacías y se queden a tu lado trayendo consigo el frío que con ellos cargan y
hiela hasta la sangre de nosotros, los vivos.
El pasillo
que une los cuartos y ambientes de la casa se me hace largo. Hay días, como
hoy, en que los sonidos de pasos y golpes secos se oyen más claramente, pero es
necesario pasarlo para llegar a mi dormitorio.
En cama al
fin, hoy es una noche silenciosa en mi habitación. Quedo dormida con mis
pensamientos y preocupaciones cotidianas.
Las 3 am, mi
perro ladra como un chiflado despertando a todos en la casa, salgo a ver que
pasa y lo veo correr como desaforado por toda la casa para terminar
convulsionando debajo de la cama de mi hija.
La levantamos
poniéndola a un lado para poder ayudarlo. Tiembla y babea hasta que se
tranquiliza. La casa esta extrañamente fría y mi hija aun asustada me dice que
Dexter entró corriendo seguido por una sombra negra que salió por la ventana
hacia el tragaluz del edificio. Esta debe
ser desconocida pues el perro se dio un susto de muerte. Mis gatos y perro no
quieren dormir y se sientan con nosotros en la sala esperando que ese frio y
sensación de miedo pasen.
Me pregunto
que sería tan fuerte para hacernos sentir miedo a nosotros y a los animales. Pasa
el tiempo y regresamos a la cama a dormir. Una de mis gatas se sienta en la
cabecera de mi cama, sobre mi cabeza, toda la noche como vigilando.
Amaneció sin
novedades, sólo estamos aquel que respira y yo en mi dormitorio.
El nunca me deja, me ha acompañado en las amanecidas
haciendo la tarea del colegio, durante los momentos de estudio para algún
examen universitario y muchas veces en los insomnios por preocupaciones o
penas. Siempre ahí, inhalando y exhalando sonoramente para que no me sintiera
sola.
Cada día
estoy más convencida de que debería cobrar por entrar a mi casa, aunque sea en las noches de Halloween.
Relato presentado al Concurso de Relatos Cortos de la Comunidad Letras Malditas. Si desea ver este relato y los comentarios recibidos en el Blog de la comunidad, por favor click aquí: Letras Malditas - CASA
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