
No, criatura no, ella no lo era.
Ella era mi obra de arte, mi hija, mi amante, mi esposa, el corazón que
reemplazaba el mío ya muerto.
Tal vez no pude resistir
semejante ser, semejante responsabilidad, semejante……..sentimiento.
El instinto, el hambre que secaba
mi garganta y mis venas secas me obligaron a cazar en el camino. Arranqué
cabezas, mutilé cuerpos con mis propias manos, no me conformaba con un simple
mordisco en el cuello. Eso era de vampiros comunes. Muchos dirán que soy un ser
que le quita la elegancia a los vampiros de buena sepa. Si, lo soy, no dejo un
par de hoyos en el cuello de los infelices que caen a mis pies. Ni un mordisco
en el noble cuello de las hermosas damiselas.
Yo me alimento de la misma vena
yugular arrancando la cabeza de un tajo, de la misma vena aorta abriendo el
pecho y extirpando el corazón con los dedos. De las venas y arterias de los
brazos y piernas que se sacuden cuando su cuerpo pierde la cabeza como gallinas
degolladas. Y si son damas jóvenes, la vena femoral es mi favorita, me llevo su
vida por donde ellas darían vida a un nuevo ser. Porque, si no lo saben
incautos ignorantes, la vena femoral, en las damas, llena el clítoris del
preciado vitae cuando las inocentes se excitan a mis caricias ¿pueden pensar en
algo más delicioso?
Pero regreso de mi ensueño, mis
recuerdos y mis cavilaciones. El olor es más fuerte que en mis recuerdos.
Es mi pequeña, mi joven asesina,
mi corazón extraviado y parece que el instinto que plasmé en ella ha hecho
efecto, puesto que su olor a jazmín y canela está hoy rodeado del olor a hierro
de la sangre, del olor al plasma que está recorriendo su cuerpo marchito con
ganas de seguir “viviendo”.
No pares corcel, encuéntrala, que
aunque me odie, la amará mi corazón.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario