"¡Eres una sucia! ¡No hay otra
forma de clasificar a una mujer que se mete con el esposo de otra!
¡Asquerosa!" - escuchaba a lo lejos mientras abría los ojos después de, lo
que me pareció, un largo sueño. Mis párpados pesados me iban dejando ver un
baño inmundo, las losetas de las paredes enmohecidas y las cañerías podridas y
oxidadas.
Sólo podía sacudirme, mi cuerpo
colgaba de mis brazos encadenados a una de las vigas del techo. Y mis tobillos
atados apenas tocaban el piso si estiraba los pies.
Lloré desconsolada viendo mi
condición deplorable y por el dolor infernal de mis miembros que soportaban
todo el peso de mi cuerpo que a cada movimiento desgarraba la piel de mis
brazos.
"¡Llora maldita, paga cada
lágrima que derramé! ¡El siempre será mío, no importa cuánto tiempo pase, o si
la sociedad dice que estamos divorciados! ¡Es mío!"
El trapo inmundo que llenaba mi boca
me impedía gritar, sólo sollozar en silencio sin entender quién era ella.
"¡Sólo hay una forma de
limpiarte perra! ¡Sólo te falta un baño!" - chilló antes de cerrar la
puerta y soltar la cuerda que sostenía, sobre mi cabeza, la botella etiquetada:"Ácido".
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