lunes, 30 de enero de 2017

ENAMORADO

“Los demonios también se enamoran” – pensaba mientras escribía tu nombre en el piso. Corazones ridículos salían de mis dedos que dibujaban enamorados esos símbolos tan infantiles que denotaban amor.

Una D acompañada de otras letras que formaban tu gracia*. Consonantes y vocales que creaban la palabra más amada por mí. Palabra que repetía una y otra vez hasta saciar mis ímpetus.

Los hermosos querubines amoratados revoloteaban alrededor de mi cabeza cantando tu nombre y tus encantos. Pequeñas gárgolas aladas volaban en círculos detrás de mis ojos, entre éstos y mi cerebro que se perdía en la nube morada de tu amor.

En mi mente blanquesina de angustia apasionada, decidí hacerte una ofrenda que representara todo el amor que te tengo. Un corazón sería ideal, uno de linda cartulina roja con letras del mismo tono brillantes y coloridas.

El cuter sería mi herramienta para darle forma a esta diminuta obra de arte representante del amor que siento por ti.

La misma tinta que utilicé para las letras que escribía, serviría, pero debía conseguir más.

Levanté la plateada cuchilla del pequeño instrumento, brilló ante mis ojos reflejándose en mis iris, destellando en la afilada pupila.

La lamí, lamí la cortante hoja como quien lo hace con la lengua deseada, como quien prueba la piel de la parte más íntima del ser amado, como aquel beso lascivo que llena de saliva hasta el alma más pura.

Mi lengua se fue abriendo a su paso incisivo, bifurcándose como la de quien le dio la manzana a Eva. Sentía moverse cada lado de ésta independiente, como serpiente de dos cabezas, como húmedo Cancerbero.

La tinta fue cayendo, humedeciendo mi barbilla hasta el frío suelo y mojando mis dedos una vez más en ella, comencé q escribir en el corazón de cartulina roja representante del amor que siento por ti.



*Gracia = Forma antigua de llamar al Nombre

jueves, 26 de enero de 2017

ENTREGA

Quiero verte dulce como fruto tierno,
Morder esos labios de frambuesa roja,
Beber el grana jugo que sale de tu boca
Y bañar mi cuerpo de fútil deseo.

Llenar mis manos con cada curva que veo,
Lamer tu piel llenándola de aguas,
Deslumbrar mis ojos con esas madrugadas
Que son tus ojos de luna renaciente.

Besar esos pies pequeños e inocentes
Seguir por la larga pierna marmoleada,
Llegar a aquella gruta que me ampara,
A su suavidad brindándome su esencia.

Poseer a mi musa atormentada,
Hacer mía su alma y su presencia,
Y en el éxtasis de amor poder verter
Mi simiente sobre mansa mártir nívea
Que me brinda el placer, su cuerpo entero.

Y en el colmo de su entrega inmaculada,
Simplemente me mira horrorizada
Al ver mi hermosa daga hundirse en ella,
Abrir sin pudor su frágil figura,
Que inminente acepta su morir
Y dejarme sus entrañas digerir.

martes, 24 de enero de 2017

TE AMO

Colgando tú sangre ya tengo en el cuello
Amor de mi vida, de mi entraña y sueño
¿No entiendes mi musa que velas mi cama
Mi muerte, mi vida, en mi mascarada?
Te amo completa, tu adentro, tu fuera, tu vientre, tu cría, tus huesos y piezas
Tu piel desgarrada en mis blancas manos que quieren vestirla sobre mi osamenta.
Pasar por tu cuerpo con el mío tibio, sentirte muy fría bajo el mío impío
Te amo hasta mi entraña, hasta el hueso frío,
¿No entiendes aun que te amo en silencio y no importa si respiras o no de mi aliento?
Te amo sin mirarme, sin hablarme, sin moverte
Te amo sin tener latidos que contar
Te amo sin que tu pecho muestre su respirar
Te amo sin el correr de la sangre en tus venas
Te amo sin el brillo que daba tu mirar
Te amo sin tu alma que ya vi escapar
Te amo con la piel plomiza ya sin vida
Te amo con las cuencas a punto de explotar
Te amo con las vísceras a medio reventar
Te amo como amas a un ser del inframundo
Te amo como el ser pútrido que ahora soy yo
Te amo con la conciencia que ya no tengo dentro
Te amo con este corrompido corazón que ya murió
Te amo a tal punto de no querer mi vida
Te amo sin pensar, sin lógica o razón
Te amo aunque estés ya podrida
Te amo aunque tu piel se despegó del hueso
Te amo para quedarme a tu lado para siempre
Te amo y abrazaré tu cuerpo hasta mi muerte.

martes, 17 de enero de 2017

VIAJERO: AÑORANZA


La memoria de mi piel no permite otras manos
Los recuerdos de mi boca no aceptan otros besos
Mi mente atormentada está llena de ti
No quiero que me toquen, que me quiten tu aliento
Mi cuerpo es solo tuyo aunque tú ya no estés
Silente espera su cetro, su trono y su rey.

Fui tuya pocas horas pero toda una vida
Segundos eternos, horas infinitas.
Las calles son testigos de risas y caricias
Las sabanas declaran nuestro amor más carnal
Mi alma te llevaste en corta despedida
Ahora miro el cielo esperando tu llegar.

Me pregunto qué haces, si me extrañas y piensas
Si en mínima parte sientes lo mismo por mi
Si también tu boca añora mi tibieza
Si tus manos ansiosas te reclaman mi piel
Si tu aliento receloso quiere saborear el mío
Si tu sexo sublima con mi suave contenido.

Viajero inolvidable de pasión y candores
Te espero inmaculada sin sombras en tu lienzo
En el que tú dibujas vientos y tempestades
En el que tú ejecutas manchas y obras de arte
Único autor de mis placeres más íntimos
Ven tu viajero, solo tú calmas mis ímpetus. 

miércoles, 11 de enero de 2017

PRINCESAS IV

Y Cenicienta cantó y cantó hasta que se le fue la voz. Los pajaritos, ardillas, conejitos y, sus amigos más fieles, los ratones del bosque atraídos por su canción, la ayudaban a escapar de la maldita torre donde la tenía escondida su madrastra.

Abajo, sus hermanastras se cortaban los dedos de los pies para que el zapatito de cristal les quepa, convirtiéndose así en la princesa del reino y casarse con el apuesto príncipe.

¡Apuraos criaturitas! – pedía Cenicienta con sus hermosos ojos azules llenos de esperanza y su blondo cabello cayendo desordenado sobre sus preciosos hombros.

Los ratones roían la vieja madera de la puerta tratando de aflojar la cerradura y los pajaritos traían la llave volando.

El roer de los pequeños dientes, filudos como cuchillos, iba logrando su objetivo.
La vieja puerta crujió y a un golpe de la bella niña, cayó pesadamente a sus pies.

Cenicienta corrió escaleras abajo desesperada, escuchando la despedida del príncipe y su lacayo que ya atravesaban la puerta.

En el salón de la mansión, la sangre de los dedos cortados por Anastasia y Griselda en su afán de meter sus grandes pies en el pequeño zapato, la hacía resbalar, cayendo un par de veces y manchando su viejo vestido de escarlata líquido. Su rubia cabellera, teñida por la sangre de las malvadas, se sacudía en el correr de la niña hasta la puerta.

¡Majestad, espere! ¡Aun falto yo! – gritó la chica sacudiendo la mano para llamar la atención.

El príncipe volteó a su llamado. La hermosura de la joven dama, a pesar de estar bañada en el espeso flujo rojo, lo cautivó; corrió con el pequeño zapato en sus manos, viendo al mismo tiempo la pequeñez de los pies de Cenicienta. Pero ¡Ay! Se tropezó a centímetros de la joven y la pequeña joya de cristal se hizo añicos.

La furia de la maltratada joven se vio alimentada por aquella afrenta involuntaria. ¡Ella también quería ser la princesa del reino y hacer pagar a cada uno de los que le habían hecho daño! ¡Y ese torpe príncipe insensato no se lo permitiría, había destruido la única forma de llegar a sus anhelos! ¡La prueba de su derecho a ser llamada princesa!

Comenzó a cantar pero, esta vez, su otrora melodiosa voz, asemejaba gritos. Ya no eran pajaritos del bosque los que llegaban a su llamado sino águilas, grandes pájaros de garras afiladas que certeras, cerraron las puertas de la mansión dejando afuera al lacayo, despedazándolo y haciéndolo su alimento.

Adentro los ratones y ratas llenaban el salón lamiendo la sangre derramada minutos antes. El príncipe aterrado solo atinó a refugiarse en un rincón mientras Cenicienta se acercaba lentamente hacia él seguida por las ratas negras como la noche, con pelos gruesos como hebras duras y ojillos brillantes en los cuales se podía ver el eterno infinito.

La mano de Cenicienta se levantó sobre su cabeza con un movimiento de baile flamenco, y en toda su traumatizada belleza, agitó la blanca mano, a la orden de la cual, las hordas de roedores corrieron sobre el asustado príncipe rodeándolo. Gruñeron, mirándolo siempre con los ojillos brillantes de furia y hambre.

El joven llenándose de valor pateaba a las primeras ratas que se le acercaban, las hizo volar por los techos escuchando sus chillidos de dolor.

Pero el círculo se fue cerrando sobre él. La peluda sombra lo cubrió mordiendo su blanda piel, diminutos diente como alfileres engullían pedazos mínimos de carne al mismo tiempo, comiéndoselo vivo.

Pero horrorosa fue su sorpresa entre tanto dolor, al sentir a las más intrépidas buscar las vísceras. Las partes nobles no fueron respetadas, las oscuras criaturas buscaban la forma de entrar en su cuerpo y todas las cavidades fueron utilizadas.

El cuerpo del joven era un volcán aullador de dolor, un tibio productor de sangre, que como lava bañaba a las, ahora, rojas criaturas que no se compadecían de su mortal sufrimiento.

Una masa de sangre en movimiento lo cubría ya, sin dejar ver lo que quedaba del cuerpo del malogrado joven. Las ratas salían y entraban por cuencas, fosas nasales y boca. Su vientre abierto asemejaba el nido de los roedores que corrían enredados en largas tripas blanquecinas y en el recto desgarrado uno de los animales asomaba su cabeza con el hocico lleno de pútrido alimento.

Cenicienta, sentada en el piso, a unos metros de la masacre, dejaba que el algodón de su vestido absorbiera el líquido vital derramado, el cual avanzaba por la tela cual marejada roja.

De pronto, un brillo llamó su atención entre la negrura de la estampida asesina.

Se acercó golpeando a las ratas con la mano, sacándolas del lugar. Al lado del cadáver con la sonrisa más bella, brillaba una pequeña joya, un pequeño zapatito de cristal, hermano gemelo del deshecho. El príncipe no había tenido tiempo, o valor, para anunciar su existencia.


La joven lo tomó, sacudió la sangre que lo envolvía. Se lo puso. Calzó perfecto.

Sacó la varita mágica del hada madrina que aun tenia prendido el ojo de ésta en la punta y con un “Bibidi babidi bu” convirtió a los ratones en caballos, a una vieja rata en cochero y la cabeza del joven heredero en elegante carruaje, al cual se montó encaminándose a reclamar su trono.


*Si quieres conocer a más primorosas princesas, pasé por aquí:

Princesas I

Princesas II

Princesas III