El noveno círculo del infierno, una vez más
encadenando a los condenados de los tobillos para poder hundirlos en el agua
hirviendo hasta morir. De nuevo resucitarlos para volver a cocinarlos.
Es bueno estar entre sus demonios favoritos, tengo
algunas concesiones, puedo despellejar primero a los soberbios o cambiar a
sacarle los ojos a los orgullosos, amo las cuencas vacías, la sangre que baña
el rostro mientras mis uñas se hunden en los globos oculares, a veces reventándolos,
a veces sacándolos enteros, la diversión es la misma, saltan como pelotitas
entre mis pezuñas cabrinas.
Hoy iré a recibir un nuevo embarque, supongo que lo de
siempre, políticos, abogados, asesinos, violadores y otros animales que nos
mantienen en vigencia.
Lucifer mismo les da la bienvenida y van llegando, los
látigos desgarran sus pieles en el camino de entrada. Entre los cuerpos
retorcidos y los aullidos, Lucifer escoge tres almas malditas para su harem.
Dos jóvenes y una damisela. Los veo retirarse desde lejos.
Dividimos a los pecadores y los llevamos a los círculos
correspondientes. No es un trabajo fácil, hay algunos que merecen variedad de
castigos, estamos implementando el sistema múltiple para estos casos.
El balance de hoy fue bueno, llenamos casi todos los
niveles. Le llevo los libros al jefe para que los vea. Ahí lo encuentro,
degollando cuerpos con los dientes de sus varias cabezas, los restos se retuercen
al caer al piso en una danza macabra. Mis pezuñas manchadas de sangre fresca y
coagulada marchan hacia él. A su
derecha, demonios menores, sodomizan a uno de los jóvenes escogidos mientras
Satán mira y engulle cabezas. El otro joven no resistió mucho, está colgado
boca abajo con las piernas abiertas y partido desde los genitales hasta el
pecho, la penetración debe haber sido bestial, ahora a esperar que resucite
para comenzar de nuevo.
Me acerco y dejo el libro entre los huesos que fungen
de escritorio, las paredes de flamas dejan ver cuerpos quemándose eternamente,
parece un ballet infernal por lo lento de sus movimientos.
Estoy a punto de salir del salón cuando traen a la
damisela desnuda, una cadena en su cuello elimina su libertad, el tatuaje de un
ancla y pájaros volando en su pecho crean una discordia entre las ideas que
expresan esos dibujos.
Me mira al pasar con ojos oscuros como mi alma, sin
miedo, sabiendo que ese es su lugar. La encadenan entre dos columnas y el Señor
del Averno se levanta de entre la masa de cuerpos mutilados y se acerca a ella
para pasar sus largas uñas por cada parte de su cuerpo. Una de sus uñas se
detiene entre las piernas abiertas de la mujer que no baja la mirada, solo una
mueca de asco se le dibuja en el rostro al ser penetrada por los sucios dedos
del mismo Belzebú. Éste se ríe ante tal afrenta sabiendo que podría sacarle,
ese mismo dedo que la penetra, por la boca pero la diversión se acabaría
rápido.
Salgo del salón mientras escucho sus gritos ahogados
por la lengua de Satán mientras látigos tejidos de piel humana revientan su
piel a cada golpe.
Otro día, nuevos martirizados me esperan, aunque acá
no hay tiempo, yo cuento las 24 horas humanas, no sé, una costumbre antigua que
aún conservo.
Paso por el harem, todas figuras revolcándose en
movimientos sexuales, no se distinguen donde terminan y comienzan los cuerpos.
Lucifer coje varios a la vez.
Colgada a un lado, distingo a la chica del tatuaje discordante, esta inconsciente, me acerco a ver si es solo eso o esperan que resucite mientras follan su cuerpo muerto.
Colgada a un lado, distingo a la chica del tatuaje discordante, esta inconsciente, me acerco a ver si es solo eso o esperan que resucite mientras follan su cuerpo muerto.
Levanta los ojos al verme, brillan como el universo más
oscuro. Me abro camino sacando a golpes a las bestias menores que la rodean. Me
mira las patas de cabra, mi diferencia con los humanos, con curiosidad, no
diría asco.
- Al menos corro más rápido que muchos ¿Qué hiciste
para merecerte esto? -
No me contestó, volvió a bajar la cabeza que dejó
colgando, su cuerpo tan sinuoso estaba casi en carne viva pero en mejor
condición que los otros cuerpos alrededor.
- Bueno damisela, voy a seguir mis labores - le digo
mostrando mis látigos y pequeña hoz.
- Samara - escuche apenas, mientras me alejaba. Por
alguna extraña razón me había dicho su nombre.
Muchas personas habían pasado por el harem antes de
continuar a sus castigos eternos, jamás me había detenido a conversar con
ninguna, tampoco importaba que hicieran con ellas o lo que yo mismo les hacía.
Al contrario, cada grito, aullido, miembro mutilado y muñones sacudiéndose eran
una satisfacción para mí.
Samara me miró, miro a mi oscura alma y se dio cuenta
que éramos la misma clase de monstruo. Sin corazón, sin sentimientos, sin
remordimientos, solo hechos para satisfacernos nosotros mismos con el
sufrimiento humano. Era mi par.
Bien me dijeron cuando fui ejecutado : "Solo en
el infierno encontrarás a tus pares" y mi cuerpo colgó balanceándose y
retorciéndose como gallina decapitada frente a los padres de todos esos niños
que me maldecían mientras mi alma mortal dejaba mi cuerpo y llegaba a mi lugar
eterno.
Pasaba la eternidad, Samara ya sabía mi nombre, aunque
era impronunciable fuera del averno, ella lo tradujo como Mendiel. No se rendía
a pesar de todas las vejaciones a la que era sometida. Ya habían víctimas
nuevas en el harem, creo que ella no les haría falta, pero Lucifer es avaro,
como cualquier demonio que se precie de serlo. Me preguntaba si se daría cuenta
que ella faltaba.
Pasaron mis 24 horas contadas y llegue al salón de
Luzbel pidiendo un refuerzo para el círculo noveno.
- Mejor una hembra - expresé sin emoción en la cara -
son más despiadadas - explique.
- Toma una antigua, las que ya están deformándose por
estar aquí - contesto mirándome con sus ojos en llamas.
- Esas ya no tienen voluntad, necesito una que se
satisfaga desollando, que se alimente con cada ruego, que llegue al frenesí
bañándose en la sangre que ella provocará - me atreví a contradecir.
Lucifer rugió ensordeciendo a todo el averno, las
paredes temblaron y todos los cuerpos se envolvieron en llamas incluyéndome, me
tomó con dos de sus gigantescas manos y me partió a la mitad lanzando cada
parte de mí lejos de él.
24 horas más pasaron, hora de resucitar como todos por
aquí. Entendí que no obtendría lo que buscaba, tendría que conseguirlo yo
mismo, pero ¿cómo robarle una amante a Lucifer? ¿Qué era lo más apreciado para
él? yo lo sabía.
Subí a la tierra en forma humana, al lugar más
poderoso que encontré, mis vestidos blancos como un ángel se remataban en una
franja dorada alrededor de mi cuello, la cual colgaba en mi pecho. Un gracioso
gorrito coronaba mi cabeza escasa de cabello blanco.
Salí al balcón rodeado de mi gran séquito, la multitud
rugía encandilada por mi presencia. La gran plaza estaba abarrotada esperando
mis palabras, Italia es hermosa en primavera.
- In nome del figlio padre e
spirito santo. Amen - pronuncié persignándome.
La Plaza de San Pedro cobró vida mientras todos
seguían mis palabras. Eso solo fue el comienzo; mis obras, mis consejos, mis
enseñanzas hicieron que los creyentes se multiplicaran por millones, todas las
almas eran entregadas al Señor de los Cielos. Casi nadie pecaba.
Dejé pasar unos años, que para mí eran segundos,
escondido en mi disfraz de carne y volví al infierno, a mi eterno mundo, a mi
hirviente círculo. Me acerqué a mi amo, a mi señor; Lucifer me miró con los
ojos más infernales que pudo tener y me tomó en una mano abriendo su boca para
tragarme entero.
- Si no me la entregas, el infierno quedará vacío,
pues ya aprendieron de mí allá en la tierra, sólo yo puedo descarriarlos de
nuevo y sólo debes dármela - lo miré soberbio.
Samara me fue entregada con todo el odio
que en el infierno se pueda tener, pues Lucifer lo que más aprecia son las
almas impuras. Solo tuve que dejar mi disfraz de carne, lo deje actuar como él
mismo, como un hombre cualquiera. Poco a poco la humanidad se decepcionó de su
antiguo pastor y se multiplicaron una vez más los pecadores, rebasando los
infernales niveles.
Poseí a Samara de todas las formas
imaginables. Practicamos todas las depravaciones conocidas. Mis patas de cabra
me hacían tener la fuerza para penetrarla sin parar y sin cansarme, su cuerpo
acostumbrado al libertinaje aguantaba todos los castigos, no había golpe,
mordisco o latigazo del cual se quejara. Nuestros más oscuros y perversos
sueños eran poco a poco cumplidos. Creo que mi parte animal la excitaba más,
mis bramidos durante nuestros encuentros la hacían gemir casi tan animal como
yo.
Pero el rey del averno no es de ninguna
manera justo, nos exilió a un mundo mucho peor y juro volvernos a ver. Nos
hecho a la tierra nuevamente. Nos comprometimos entre nosotros a engañarlo y
portarnos de forma que en nuestra futura muerte no volviéramos al mismo sitio.
Pero los monstruos son siempre monstruos y
cuando menos pensamos yo ya tenía la cabeza de un niño entre mis manos y ella
sentada sobre el padre de éste, le abría el pecho con unas tijeras antes de que
el tipo, con la bragueta abierta, se diera cuenta que la promesa de sexo
sádico, no se cumpliría.
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