*Relato presentado al concurso Microlove III del Círculo de Escritores.
La pequeña bailarina danzaba
dando vueltas sobre su base. La hermosa melodía la rodeaba así como aquella
mirada.
El pequeño pastor pacía sus ovejas
perpetuamente sobre el pasto de cerámica.
A cada vuelta de ella, sus
miradas se encontraban y el amor más puro se expresaba entre ellos.
Ella esperaba la luz de la
libertad, los segundos o minutos liberada de la oscuridad y su baile
que la dejaba contemplar a su amor de rizos rubios.
Desde la repisa, él la veía
bailar su eterna danza, su nevado vestido tocaba su piel de porcelana, su
diminuto pie en punta apenas se apoyaba en su base dándole un aire etéreo.
Ella se sentía flotar en su
perfecto baile y con la mirada del pastorcillo, que con una sonrisa dibujada en
su rostro la observaba con los ojos brillantes del más puro cariño, se sentía en
las nubes.
La oscuridad volvía nuevamente en
forma de un pedazo de madera que la alejaba de su mágico amor hasta el nuevo
instante de volver a verlo y profesar su amor de miradas, de sonrisas, de
intervalos eternos.
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