jueves, 26 de mayo de 2016

DORMIDA

*Relato presentado al concurso Microlove III del Círculo de Escritores.


Tu piel entre mis dedos, la suavidad de sus curvas en relieve, las concavidades donde se pierden mis manos deseosas de ti; tus poros, pequeños puntos que destilan fuego cuando nos amamos, los vellos de tu cuerpo que se erizan al roce de mis caricias que impetuosas te descubren palmo a palmo. 

Qué sentido tan perfecto el del tacto que en el manto sagrado cual sudario cubre los huesos y músculos que forman la beldad de tu belleza. La suavidad de la carne voluptuosa que se torna inflamada al ser tocada y besada. Dermis de tus miembros, tu vientre, tu cuello, tus pechos turgentes que se yerguen fieros al sentir mi aliento recorrerlo entero.

Tú quieta y dormida aceptas mis mimos, sin decir palabra, sin hacer un ruido.  Yo beso tu cuerpo, te abrazo y suspiro, tu cuello silente vibra limpiamente mostrando el latido del pulsar de vida.


Y paso la noche en tu tibio cuerpo hasta que el sol comienza a levantarse, te cubro de besos al tener que irme y regreso mustio con cabeza baja, arrastro mis pasos y mi alma reposa vuelta a mi cadáver escapado de su fosa. 

lunes, 23 de mayo de 2016

LIBERTAD

Y de la jaula yo salí volando, al fin libre entre tanto polvo, alas sucias como desperdicios, lágrimas caídas desde el ojo raudo. Brillantes pupilas de pájaro mustio que acallado el pico al final piaba. Encerrado el pico, las alas cortadas, aleteaba dentro de jaula lacrada.

Pagando el precio de su libertad, marcas y huellas en su cuerpo magro, heridas tantas que hieren el alma, más que el mismo golpe, laceran palabras. Tan solo piaba en cruel encierro con el poco alpiste que caía dentro y el cuenco de agua le daba consuelo mirando el reflejo que lo acompañaba.

Pecho adolorido de mi alma partida que lloró en silencio traición desmedida, al fin mira abierta la puerta cerrada, sus ojos le brillan, agita las alas. Respira con ansias el aire lejano, que ahora se le abre enseñando el mundo. Cruel captor que selló la cárcel, ya no humillará, prensará las alas, no la obligará a amar sin amarla, ya no lo verá visitar más jaulas.


Ahora con miedo asoma su pico a la puerta abierta que el mundo le ofrece, a volar se atreve entre tanta nube buscando una rama segura y turgente. Ahora por fin mirará los árboles, sentirá el olor de las hojas frescas y quizá mañana pueda hacer su nido en algún paraje sin jaulas ni rejas.

jueves, 19 de mayo de 2016

BAILARINA

*Relato presentado al concurso Microlove III del Círculo de Escritores.

La pequeña bailarina danzaba dando vueltas sobre su base. La hermosa melodía la rodeaba así como aquella mirada.

El pequeño pastor pacía sus ovejas perpetuamente sobre el pasto de cerámica.

A cada vuelta de ella, sus miradas se encontraban y el amor más puro se expresaba entre ellos.

El esperaba atentamente a que la pequeña caja dorada se abriera y ella apareciera.

Ella esperaba la luz de la libertad, los segundos o minutos liberada de la oscuridad y su baile que la dejaba contemplar a su amor de rizos rubios.

Desde la repisa, él la veía bailar su eterna danza, su nevado vestido tocaba su piel de porcelana, su diminuto pie en punta apenas se apoyaba en su base dándole un aire etéreo.

Ella se sentía flotar en su perfecto baile y con la mirada del pastorcillo, que con una sonrisa dibujada en su rostro la observaba con los ojos brillantes del más puro cariño, se sentía en las nubes.


La oscuridad volvía nuevamente en forma de un pedazo de madera que la alejaba de su mágico amor hasta el nuevo instante de volver a verlo y profesar su amor de miradas, de sonrisas, de intervalos eternos. 



sábado, 30 de abril de 2016

.....DE PIRATAS Y ESCLAVOS



*Relato presentado al concurso "Piratas" del Círculo de Escritores.




Paso a paso la cubierta se movía bajo mis pies, el aire marino revoloteaba mi cabello y el olor a océano me hacía sentir libre bajo mis párpados cerrados. El susurro de las olas cantaba su canción de despedida, nada más bello ni perfecto con cadencias y notas sublimes. 


Sería libre en pocos momentos. Sólo un paso más y abandonaría ese barco lleno de sucios hombres con trajes raídos, faltos de dientes y olor a alcohol perpetuo. 


La bandera negra con huesos cruzados ondeaba como despidiéndose de mí, sabía que era la última vez que me vería. Los gritos de la carga negra se ahogaban en la profundidad de las galeras oscuras como el profundo mar, animales africanos sin alma que habíamos cazado días antes. El capitán Garate se paseaba por la borda supervisando la ceremonia y situándose finalmente delante de mí.


El olor a vómito y excremento de las galeras me hacía recordar su contenido y como había llegado ahí. Nosotros, sicarios oceánicos, contrabandistas náuticos, bárbaros marítimos, sólo perseguíamos nuestras propias metas de llenar las panzas, marinar el hígado en alcohol y descargar nuestros placeres en redondas mujeres. Lo conseguíamos saqueando y en ocasiones, como esta, en un negocio decente y legal como la compra y venta de carga africana lista para los más duros trabajos. 


El pequeño loro del capitán Garate gritaba en su oído al compás de la pata de palo con la que golpeaba la cubierta a cada paso. Limpiábamos los pisos, arriábamos las velas y engrasábamos los cañones manteniendo a “El Belencito” listo para cualquier abordaje. 


Rudos marineros que en sus momentos libres sacábamos los sables y practicábamos partir al rival en dos o clavar nuestros garfios en rostros ajenos. Dedos cortados y orejas caídas eran el resultado de los pequeños juegos. Nada podía sorprendernos ni ser más sanguinario que nosotros mismos.


Durante las noches, los bailes y el alcohol eran nuestros compañeros, las velas danzaban al compás del viento y de nuestra música, la sal del mar pintaba nuestras bocas secándolas como el desierto más árido y la fría brisa marina se perdía entre nuestras ropas que no lograban abrigarnos. 


Llegaba el amanecer en medio del océano, el horizonte púrpura se reflejaba en mis pupilas en destellos coloreados. Todos, alrededor mío, dormían la borrachera nocturna, era el único sobreviviente de ésta y mis instintos de hombre me llevaron a la galera. Eran animales pero hembras al fin. 


Tomé a una del brazo arrancándola de las demás que intentaban detenerme con las limitaciones de sus cadenas. La oscuridad de la galera me protegía y la voz en mi mente se hacía más nítida, sus órdenes eran claras ahora. Escuché mis propios gritos mientras desmembraba su cuerpo con mis manos, cuando mis dientes dentellaban la piel de su rostro y mi boca escupía sus ojos arrancados. Alrededor, alaridos de espanto. 


Desperté en la cubierta, amarrado y lleno de la sangre de aquella hembra, pedí perdón a mi capitán por desperdiciar la mercadería y juré pagarla. Pero nadie me escuchaba, todos me miraban aterrados y yo sin entender porque los hombres más sanguinarios temblaban como párvulos al verme. 


Me empujaron sobre el tablón y el capitán Garate se acercó con su pata de palo a presidir la ceremonia mientras el contramaestre hincaba su espada en mi espalda haciéndome caminar hacia el borde. 


Abajo, en el mar, las aletas plateadas formaban círculos que giraban sin parar, una detrás de otra creando remolinos en el océano en calma. Saltaban hambrientos abriendo la boca mostrando las hileras de dientes y sus ojos completamente negros adelantaban la frialdad del final.



*Plus: Estadísticas Comercialización de Esclavos en América del Sur. Información de las Aduanas de Lima, Puerto del Callao.

 

lunes, 28 de marzo de 2016

COSAS MIAS




Siempre me pregunté si al morir por una explosión se sentiría algo, si el cuerpo en el último segundo sentiría el dolor de la mutilación masiva o simplemente sería un destello y todo desaparecería.



Si esos últimos segundos de vida se sentiría el dolor indescriptible de tus miembros siendo arrancados de cuajo, la sensación de tu piel abriéndose, los huesos rompiéndose, saliéndose de sus coyunturas. El ardor, una terrible llaga abierta en todo el cuerpo. Los miembros saltando desprendidos del cuerpo con los nervios sacudiéndose y enredándose como pequeñas serpientes ensangrentadas. La piel levantada de los músculos, la carne viva ardiendo a los elementos externos que la rodean.


Los ojos explotando, reventando dentro de sus cuencas dejándote ciego y a la desesperación del dolor infernal que se acentúa por la falta de este sentido. Los oídos sangrando al reventarse los tímpanos ante el sonido infernal. El rostro destrozado, arrancada la piel de él dejándola en hueso y musculo, cráneo desnudo de carne. 


La boca abierta en un grito mudo mientras las comisuras de los labios se rompen partiéndote el rostro en dos dejando la lengua colgando en el pecho.


Y finalmente sentir tus restos pegados al piso cual plasta deforme de carne triturada y sangre coagulada por el calor de la explosión.


Todo esto en cuestión de un segundo…………siempre me lo pregunté.......cosas mías.