*Favor de leer este relato con la melodía adjunta.
Delphine, salta tarareando una
canción infantil, el sonido del cascabel de su cuello acompaña su delgada
vocesita. Sus rizos rubios una vez más revuelan en el viento del atardecer que
enrojecido da paso a las primeras horas
de la oscura noche. Su vestido floreado se deja llevar por el viento vespertino
convirtiendo en ondas bailarinas su puntillado vuelo.
Como soplo del atardecer sus
zapatitos de raso apenas tocan el verde césped acercándose al parque infantil
en puntitas de pie que la llevan como las alas etéreas de un hada.
En el parque, los niños juegan en
columpios y resbaladeras entre la brisa fría que baila entre los árboles que
los rodean. Delphine se acerca despacito, paso a paso, a una ronda de niñas que
cantan una alegre tonadilla. Con sus manitas enguantadas rompe el círculo
colándose entre ellas, tomándolas de las manos. Las acompaña, ríe con ellas, dan
vueltas y vueltas divertidas en saltos que parecen llevarlas al cielo mientras
el vaho del aliento de sus risas se confunde con el frió ambiente.
“Vamos” –le dice a su nueva
amiguita llevándola de la mano tras el árbol mas grande. Desaparecen tras el
grueso tronco del centenario roble que cobija a la dulce asesina. Un corto
grito es el único aviso y la blanca manita de la niña cae sobre las hojas anaranjadas
de otoño que crujen al sentir el pequeño cuerpo aplastándolas.
“Mi querida niña, mi querida
amiguita, pequeño recipiente de vida, cierra tus ojos mi niña, pronto pasará” –
susurra en el suave oído Delphine que arrodillada
con sus mediecitas de encaje toma la débil muñeca y hunde las perlas de colmillitos
en ella, absorbe vitae y vida, líquido y alma, sangre y sueños. Se aleja dejando
tras de sí su acostumbrado riachuelo carmesí sobre el césped y las hojas que
marcan el camino que toma la pequeña muerte de melena rubia.
Su vestidito floreado queda
intacto, pulcro y sin mancha, limpia la comisura de los rosados labios con el
pañuelito bordado, se balancea en el columpio con sus piecesitos adelante y sus
bucles dorados que vuelan y caen en su espalda, oyendo como los gritos de pánico envuelven el
parque infantil, viendo como la noche se torna cada
vez más oscura y los primeros copos de nieve de la noche invernal comienzan a
caer.
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