"La donación de
órganos es la prueba palpable de que existe vida después de la muerte"
Esa frase retumbaba en el
hospital desde el inicio de la campaña de donación de órganos. Pero no era la
frase publicitaria que solo decía “Donar un órgano es donar vida”, era la
creación de uno de los ocupantes del pabellón de Psiquiatría del hospital,
popularmente conocido como el nido de locos. Uno de estos pobres seres había
tenido un terrible accidente y habían sido llevado a Emergencias del hospital
donde pudo escuchar sobre la dichosa campaña y había creado su propio slogan
que pegó más que el mismo aviso de publicidad.
Ya había sido pasado a uno de los
cuartos, fuera de su pabellón, para su recuperación pero siempre paseaba por
Emergencias, sus heridas ya estaban sanando y no era un paciente peligroso,
apenas un infeliz diagnosticado como Psiconeurótico, según leímos en su
historia clínica, inofensivo, sólo tenía manías repetitivas. Había sido atacado
por uno de los esquizofrénicos que convivían con él.
Entraba a todos los pequeños
cuartos de Emergencias los cuales estaban separados por cortinas blancas, era
un área muy atosigada y entre médicos, enfermeras, internos, familiares y
víctimas llenaban el lugar en un bullicio imparable. Diego olvidaba su depresión en ese sitio
lleno de vida y de muerte. El andaba de
un lado a otro repitiendo la misma frase inventada “La donación de órganos es
la prueba palpable de que existe vida…….””La donación de órganos es la prueba
palpable….””La donación de órganos ……” No era peligroso pero si molesto pues se
tropezaba con las enfermeras y médicos que atendían, con los internos que
aprendían y con los familiares desesperados a los cuales les repetía su famosa
frase haciéndolos creer, con esto, que
su conocido había pasado a mejor vida.
Los enfermeros del área
psiquiátrica lo perseguían y lo regresaban a su cuarto pidiendo disculpas a los
que había molestado mientras Diego caminaba con sus clásicos pasitos cortos y
apurados rascándose la cara sin parar.
Después del cocktail de pastillas
que le daban, por las noches, se quedaba dormido al fin sin despertar hasta el
día siguiente. Emergencias a esa hora era mucho más transitada que durante el
día. Diego no molestaba a esas horas.
******************
Los gritos desgarradores
retumbaban por todo el lugar, el área de emergencias parecía un camal donde los
ocupantes se resbalaban con la sangre de los cuerpos desmembrados en su loca
huida. Los heridos lloraban y ahogaban gritos de terror sacudiendo los muñones
que antes fueron manos, brazos y piernas.
El paciente de psiquiatría los perseguía con el hacha que había
conseguido de uno de los equipos de
emergencia para incendios que había en el hospital.
No podían detenerlo, tenía una
fuerza descomunal propia de su condición, la llamada “fuerza de loco” por la
cual ya había dado muerte a varias personas entre personal y pacientes del
lugar. Se habría paso a hachazos, sin
importarle que en su camino dejaba restos humanos sanguinolentos, cuerpos
mutilados, destripados y cadáveres ensangrentados. Extremidades, cabezas,
torsos, era una carnicería.
Los enfermeros más fuertes se
reunieron para cercar al asesino pero éste ya había partido perdiéndose por los
jardines del hospital que separaban los
pabellones. Ellos no podían permitir que no se hiciera justicia, él
nunca cambiaria, sólo conseguían calmarlo pero su alma ya estaba podrida, no
tenía ningún remedio. Se miraron entre ellos sabiendo lo que debían hacer.
Entraron a Psiquiatría y fueron directamente a donde sabían que se escondería.
Siempre terminaba debajo de la escalera del almacén de la cocina después de sus
paseos.
A esa hora el pabellón era frio y
oscuro, los gemidos de los orates, las risas, los susurros ininteligibles,
algunos gritos y cantos llenaban la noche. Parecía que habían pasado a otro
mundo desde el lugar de la masacre.
Ahí estaba, agachado, mirándolos
con los ojos desviados, babeaba y su saliva goteaba a sus pies, no tenía camisa
ni pantalones, sólo estaba en ropa interior, debió quitársela al estar llena de
la sangre de los inocentes, no era tan loco, había querido borrar las huellas
de su delito.
Lo tomaron de los brazos, lo
levantaron, se defendió y grito como un animal salvaje pero eran muchos para
él. Mordió orejas, narices y rostros, arañó y golpeó hasta que lo redujeron en
el piso pateándolo hasta casi matarlo y terminaron su vida con la misma arma
que este había dejado tirada en Emergencias. Defensa propia alegarían. Nadie dudaría
de ellos, después de todo era un esquizofrénico conocido por su violencia.
A la mañana siguiente, la policía
llenaba el lugar interrogando testigos, levantando cuerpos y miembros
amputados, nadie iba caminando con su famosa frase “La donación de órganos es
la prueba palpable…..”
Se había quedado dormido, fueron
a despertarlo y lo encontraron echado en su cama, con una tranquilidad casi
infantil, su ropa de cama se había pegado a su cuerpo por la sangre que aún no
se secaba, sus manos y rostro estaban manchados, la sangre si se había secado
en ellos así como las huellas que había dejado en el piso al entrar a su
cuarto. Su respiración era lenta y pausada. Tenía a su lado, abrazados, algunos
dedos, tripas, pedazos de cerebro y un corazón a modo de juguetes de peluche
mientras hablaba dormido “La donación de órganos……”. La interna ahogó un grito
con el dorso de la mano mientras leía en su historia médica: “Diego De Torres –
Neurosis de Trastorno de personalidades múltiples”
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