“Los demonios también se enamoran”
– pensaba mientras escribía tu nombre en el piso. Corazones ridículos salían de
mis dedos que dibujaban enamorados esos símbolos tan infantiles que denotaban
amor.
Una D acompañada de otras letras
que formaban tu gracia*. Consonantes y vocales que creaban la palabra más amada
por mí. Palabra que repetía una y otra vez hasta saciar mis ímpetus.
Los hermosos querubines
amoratados revoloteaban alrededor de mi cabeza cantando tu nombre y tus
encantos. Pequeñas gárgolas aladas volaban en círculos detrás de mis ojos,
entre éstos y mi cerebro que se perdía en la nube morada de tu amor.
En mi mente blanquesina de
angustia apasionada, decidí hacerte una ofrenda que representara todo el amor
que te tengo. Un corazón sería ideal, uno de linda cartulina roja con letras
del mismo tono brillantes y coloridas.
El cuter sería mi herramienta
para darle forma a esta diminuta obra de arte representante del amor que siento
por ti.
La misma tinta que utilicé para
las letras que escribía, serviría, pero debía conseguir más.
Levanté la plateada cuchilla del
pequeño instrumento, brilló ante mis ojos reflejándose en mis iris, destellando
en la afilada pupila.
La lamí, lamí la cortante hoja
como quien lo hace con la lengua deseada, como quien prueba la piel de la parte
más íntima del ser amado, como aquel beso lascivo que llena de saliva hasta el
alma más pura.
Mi lengua se fue abriendo a su
paso incisivo, bifurcándose como la de quien le dio la manzana a Eva. Sentía moverse
cada lado de ésta independiente, como serpiente de dos cabezas, como húmedo Cancerbero.
La tinta fue cayendo, humedeciendo
mi barbilla hasta el frío suelo y mojando mis dedos una vez más en ella, comencé
q escribir en el corazón de cartulina roja representante del amor que siento
por ti.
*Gracia = Forma antigua de llamar al Nombre
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